Hacia la Cultura de la
Hospitalidad
No es la primera vez que uso esta frase como título o
subtítulo. Uno de mis libros lo lleva y no menos de tres artículos. Aun más: he
usado en unas cien conferencias la idea que ahora vuelvo a desplegar. La
reiteración solo intenta, acaso vanamente, compensar el desmoronamiento de lo
que fue la principal norma de comportamiento de tantas culturas. Ya saben:
aquello de compartir, acoger, ayudar a los semejantes y muy especialmente a los
forasteros. Sabiendo, por supuesto, que uno de los mejores tratos que podemos
recibir es precisamente el que otros sean hospitalarios con nosotros.
Considero que las conductas hospitalarias son
uno de los mejores logros de la inteligencia y que resulta inseparable de la
ética más elemental. Algo que en absoluto debe quedar reservado en exclusiva
para nosotros mismos. No seremos suficientemente humanos hasta que no
incluyamos entre lo merecedor de respeto a todo lo que vive o permite la vida.
Nada nuevo desde el momento en que ya lo propusieron algunos de los primeros
sistemas filosóficos de la historia. Por eso mismo, el quehacer que evidencia
este disco-libro entronca con mucho de lo mejor que se nos ha pasado por la
cabeza y, a veces, hemos llevado a la práctica.
Casi todo lo que, entre tantos otros, los
naturalistas, ecólogos, forestales y agricultores sensatos nos traemos entre
las acariciadoras manos de la emoción es precisamente el que seamos agradecidos
con lo que nos acoge. He definido al pensamiento ecológico como el que plantea
cuidar de lo que nos cuida, comprender a lo que nos comprende, salvar a lo que
nos salva. En fin, ser hospitalarios con lo que nos hospeda. La revitalización
de las viejas culturas de la hospitalidad se comportaría como tantas veces hace
el injerto de una vara vieja del mejor frutal en el patrón de su antepasado
silvestre. Unir, por tanto, el poder vivaz y joven de lo espontáneo con lo que
no deja de ser un producto cultural. Considerar que poco, o nada, resulta más
provechoso como saber usar culturalmente, es decir cuidadosamente, la Natura.
Muy al contrario hoy arrecia la ausencia de
reciprocidad hacia lo que implica el que nos acoja un planeta. En realidad, se
ha perdido de vista el que conviene comportarse con lo demás como lo demás se
comporta con nosotros. Todos sabemos que nos concedemos un derecho de ilimitada
arrogancia, que comienza por despreciar a lo que proporciona la vivacidad, al
planeta y a cada uno de sus inquilinos. Algo que hace desde que hay vida y sin
desmayo (bueno, con cinco desmayos o extinciones masivas del pasado). Como
estamos en la sexta y es la única que se podría evitar, necesitamos un
imponente antídoto. Una de las medicinas es un disco-libro como el que ahora
puede pasearse por tus oídos y tus ojos: música y poemas que hospedan
hospitalidad.
Resumo, pues, todo lo hasta aquí escrito con la
palabra más bella que conozco: ATALANTAR, que significa, entre otras cosas, la
máxima expresión de cuidado y acogida. De hecho, suelo usar, como despedida de
casi todo lo que escribo y pronuncio en público, un GRACIAS Y QUE LA VIDA OS
ATALANTE.
Joaquín Araújo
El próximo sabado 20 de Junio de 2015, dentro de las actividades programadas en el festival POBORINAFOLK del El Pobo de la Sierra (Teruel) presentaremos el CD "TIERRA poema y música de las esferas". Será a las 12,30 horas en la Plaza Mayor.
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