La correcta gestión medioambiental de las explotaciones mineras depende de varios factores técnicos, cuya incidencia es diferente según el tipo de recurso, las técnicas de explotación (en Teruel y en Aragón, en este momento, casi exclusivamente a cielo abierto) y las condiciones del mercado. Es clarificador comparar la trayectoria reciente de dos subsectores: el carbón y la arcilla.
La minería de carbón a cielo abierto ha sido desempeñada en las últimas décadas por grandes empresas (ENDESA, MFU) que han realizado investigaciones sistemáticas del recurso, han podido cumplir planes de explotación bien definidos y atender una demanda predecible (centrales térmicas de Escucha y Andorra). Por otro lado, los procesos de reconversión han liberado mano de obra capaz de ejecutar racionalmente proyectos de restauración de gran envergadura. El resultado son algunos buenos ejemplos (Escucha-Utrillas, Val de Ariño, Gargallo) de explotaciones de dimensiones kilométricas que, tras su cierre, han conseguido una notable recuperación del entorno.
La minería de arcilla es totalmente diferente. Las llamadas arcillas de pasta roja, destinadas a la fabricación de ladrillos, tejas y pavimentos de tipo ‘rústico’, se presentan en yacimientos con poca proporción de material no aprovechable (estéril). Esto último limita las posibilidades de rellenar los huecos de explotación, lo cual, unido al valor relativamente bajo del producto (3-4 euros/Tm), dificulta una correcta restauración. Las arcillas de pasta blanca forman capas más delgadas y con mayor cantidad de estériles, lo que permitiría hacer minería de transferencia (relleno del hueco a la vez que avanza el frente de explotación), modelar una topografía bien integrada en el paisaje y reducir el tamaño del hueco final. El mayor valor añadido del producto haría asimismo que los costes de restauración repercutieran en un porcentaje menor sobre el precio final de mercado (30-90 euros/Tm). Sin embargo, los yacimientos de arcillas blancas son muy impredecibles en relación con los requerimientos técnicos que los clientes (esencialmente, la industria cerámica de Castellón) demandan. Esta demanda cambia con frecuencia en función de modas estéticas, innovaciones técnicas de la industria y fluctuaciones del mercado. La pasta que entra en el horno proviene de mezclas de arcillas de distintos tipos y procedencias; una pequeña variación en el precio o la calidad de un componente en origen puede hacer que la industria cancele, incremente o modifique sus pedidos a una cantera. Ello impide planificar las labores de extracción y, por ende, las de restauración: el yacimiento se va explotando conforme se encuentran zonas que cumplen los requisitos demandados, abriendo frentes y haciendo acopios según decisiones que cambian cada poco tiempo.
Aunque sobre el papel los proyectos de minería de arcilla sean viables, aunque hayan obtenido una Declaración de Impacto Ambiental positiva, y aunque tengan (también sobre el papel) planes de labores y restauración correctos, su cumplimiento en el día a día se hace inviable. Quizá esto explique por qué en el área más activa en la provincia de Teruel (Castellote-Berge-Estercuel-Crivillén-Ariño), y según un estudio de la Escuela Politécnica Superior de Huesca (Universidad de Zaragoza), de las 540 ha ocupadas por canteras sólo un 14% están restauradas, y sólo dos canteras tienen superficies restauradas con resultados homologables a los del carbón. El sector de las arcillas está muy lejos de poder mostrar ejemplos de restauración de calidad aceptable, y menos aun que hayan incorporado las mejores técnicas de restauración disponibles. Estas técnicas han progresado mucho en los últimos años y están siendo aplicadas en regiones vecinas con notable éxito. La viabilidad del sector minero pasa por su adecuación ambiental, y un requisito para ello es llevar a cabo restauraciones que funcionen y proporcionen servicios a la sociedad.
José Luis Simón
José Manuel Nicolau
Colectivo Sollavientos
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